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Los Dones de la Depresión

El Sin Sentido o La sabiduría de Saturno




En una sociedad que se defiende contra del sentimiento trágico de la vida, se presenta la depresión como un enemigo, como una enfermedad; Y sin embargo, en una sociedad como esta, consagrada a la luz, la depresión adquiere, en compensación, una fuerza excepcional.

Sin embargo, hay pensamientos y sentimientos que solamente emergen en un estado anímico sombrío. Si lo suprimimos, suprimiremos también esas ideas y reflexiones. La depresión puede ser tan importante, como pueden serlo otras emociones displacenteras como el enojo o el miedo, o placenteras como el amor o la alegría. De la misma manera, el vacío y la grisura de la depresión movilizan una forma de conciencia y una expresión de los pensamientos que de otra manera permanecerían ocultas bajo la pantalla de estados anímicos más alegres.

En la actualidad parece que preferimos hablar de depresión, más bien que de tristeza o de melancolía. Tal vez la forma latina suena más más clínica y más seria, pero hubo una época, hace 500 o 600 años, en que se identificaba la melancolía con el dios romano Saturno. Estar deprimido el estar en Saturno, y a quien estaba crónicamente predispuesto la melancolía se lo llamaba hijo de Saturno.


A Saturno se le conocía como el anciano que presidía la edad de oro. Cada vez que hablamos de los años dorados o de los buenos tiempos de antaño, estamos invocando a Saturno, que es el Dios del pasado.

La persona deprimida cree a veces que los buenos tiempos pertenecen al pasado, que ya no queda nada para el presente o el futuro. Tristes como son, estos pensamientos y sentimientos favorecen el deseo del alma de estar a la vez en el tiempo y en la eternidad, Y así, de una manera extraña, pueden ser placenteros.

Saturno nos trae la maduración del alma, no sólo trae un afecto por los buenos tiempos de antaño, sino que también sugiere la idea, más sustancial, de que la vida sigue adelante: nos hacemos más viejos, tenemos más experiencia, quizás incluso más sabios. A partir de los 35 años más o menos, solo suceder que alguien, en una conversación de repente hace referencia a lo que pasó 20 años atrás y se detiene, entre sorprendido y asustado:

-¡Jamás había dicho esto antes! 20 años… me estoy haciendo viejo.

Este es el don de Saturno, el de la edad y la experiencia. Tras haberse identificado con la juventud, el alma asume ahora las importantes cualidades de la edad, que son positivas y provechosas. Si se niega la edad, el alma se pierde en un inadecuado aferramiento la juventud.

El don de la experiencia es tener la sensación de haber sobrevivido algo, de ser mayor y más sabio, saber que en la vida hay sufrimiento, y este conocimiento es importante. Ya no se puede seguir disfrutando de la bulliciosa y despreocupada inocencia de la juventud, y darse cuenta de ello trae consigo tristeza por la pérdida, pero también el placer de nuevo sentimiento de autoaceptación y conocimiento de uno mismo.


Es difícil desprenderse de la juventud, porque es una liberación que exige reconocimiento de la muerte. Quienes optan por la eterna juventud se están buscando unos buenos ataques de depresión.


En los textos tradicionales se caracteriza al Saturno Como frío y distante, pero también tiene otros atributos. Los libros de medicina lo llamaban el dios de la sabiduría y de la reflexión filosófica. Tal vez pudiéramos apreciar más el papel que tienen la depresión en el bienestar del alma si fuéramos capaces de prescindir de las connotaciones negativas de esta palabra.



Debido a su doloroso vacío, suele ser tentador buscar una forma de salir de la depresión. Tal vez tengamos que ampliar nuestra visión y advertir que el sentimiento de vacío, la pérdida de los puntos de referencia familiares, así como la desaparición del entusiasmo son elementos que, aunque parezcan negativos, puede ser apropiados, Y que es posible usarlos para reinventar nuestra vida.

Como profesionales el reto es abandonar la idea de que la vida siempre tiene que ser alegre. Es cierto que a veces la depresión, como cualquier otra emoción, puede trascender los límites habituales y convertirse en una verdadera enfermedad. La depresión va acompañada de una gran angustia: el temor de que jamás terminará, de que la vida nunca volverá a ser alegre y activa. Es la sensación de estar atrapado, inmovilizado para siempre.

Saturno es también el segador, el dios de la cosecha, del tiempo que se acaba. Los períodos de depresión pueden están impregnados de imágenes de muerte. A veces, las personas llevadas por su depresión, dicen que su vida está acabada, que sus esperanzas para el futuro han demostrado no tener base a alguna. Están desilusionados por los valores y criterios por los que se han regido durante años y de pronto ya no tienen sentido. La tentación es defender hasta el último momento nuestras ideas comunes sobre la vida, pero puede ser necesario que para crecer renunciemos a ellas.

Nicolás de Cusa, uno de los teólogos más profundos del renacimiento, nos cuenta como viajando en un barco comprendió súbitamente, en una especie de visión, que debemos reconocer nuestra ignorancia de las cosas más profundas. Descubrir que no sabemos quién es Dios ni que es la vida, dice, es el aprendizaje de la ignorancia. He aquí un punto de partida sorprendente para llegar a una clase de conocimiento más firme y abierto, que jamás se encierra en opiniones fijas.

El vacío y la disolución del significado que con frecuencia se hallan presentes en la depresión, demuestran hasta qué punto podemos apegarnos a nuestra manera de entender y de explicarnos la vida. Nuestra filosofía y nuestros valores personales a menudo dan impresión de ser paquetes demasiado bien atados, que dejan poco margen para el misterio. Entonces viene la depresión y nos rompe el esquema.


Los antiguos imaginaban a Saturno como el más remoto de los planetas, extraño y maravilloso en la lejanía del espacio helado y vacío. La depresión agujerear nuestras teorías y suposiciones, pero incluso este doloroso proceso merece respeto por ser una fuente, necesaria y valiosa de sanación.

A Saturno se lo llamaba a veces sol niger, el sol negro. En su oscuridad se ha de encontrar un brillo precioso.

Si persistimos en nuestra manera moderna de tratar la depresión como una enfermedad que sea de curar por medios mecánicos y químicos, es probable que nos perdamos de los dones del alma que sólo la depresión puede proporcionar. De tal manera que es probable que nos resulte agotado el intento de mantener la vida brillante y cálida a toda costa.

Saturno localiza la identidad en la profundidad del alma, y no en la superficie de la personalidad. Nos brinda como un regalo la necesidad de aislamiento, la coagulación de la fantasía, la destilación de la memoria, y la acomodación con la muerte.

Dejar el televisor encendido cuando nadie lo mira o tener la radio en funcionamiento el día entero puede ser defensas contra el silencio de Saturno. Queremos terminar con el espacio vacío que rodea ese remoto planeta, pero al ir llenándolo, es probable que estemos obligando Saturno a asumir el papel de síntoma, Y terminará alojado en nuestras clínicas y hospitales como una plaga, en vez de hacer de sanador y maestro.

¿A qué que se debe que no lleguemos a apreciar esta faceta del alma? Una razón es que la mayor parte de lo que sabemos de Saturno nos llega por vía sintomática. El vacío aparece demasiado tarde y en forma literal. En nuestras ciudades, las casas abandonadas y los comercios en crisis señalan la depresión social y económica. En estas áreas deprimidas de nuestras ciudades, el deterioro está aislado de la voluntad y de la participación consciente, y aparece sólo como una manifestación externa de un problema o de una enfermedad.

También vemos la depresión, económica y emocionalmente, como un fracaso y una amenaza, una sorpresa que se abate sobre nuestros planes y expectativas más saludables.

Podríamos honrar Saturno mostrando más sinceridad frente a las enfermedades graves. Quienes trabajan con enfermos graves saben bien cuánto puede ganar una familia cuando se habla abiertamente de la deprimente realidad de una enfermedad terminal.


Aceptar la depresión no significa solazarse en el síntoma, Sino tratar de aprender la lección de sabiduría que nos ofrece.


Como la depresión es uno de los rostros del alma, reconocerla y hacer de ella parte de nuestras relaciones favorece la intimidad. Si negamos encubrimos cualquier cosa que se siente en el alma, no podemos estar plenamente presentes con los demás. El resultado de ocultar los lugares oscuros es una pérdida de alma; hablar de ellos y en su nombre abren un camino hacia una comunidad y una intimidada auténticas.


Párrafos tomados del libro El Cuidado del Alma de Tomás Moore.

Del capítulo los dones de la depresión

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